La susceptiblidad a infectarse por

SARS-CoV-2

y el grupo sanguíneo ABO

Dr. Eduardo Muñiz Díaz

El artículo de Zhao et al (1) “Relationship between the ABO Blood Group and the COVID-19 Susceptibility” (todavía no publicado, y no se sabe si aceptado), recupera una relación ya conocida sobre el riesgo de contagio de ciertos virus y el grupo sanguíneo ABO. Los autores observan que la distribución de grupos sanguíneos en los pacientes contagiados no está alineada con la de los grupos sanguíneos en la población china y concluyen que las personas de grupo A tienen un riesgo superior de infectarse y, por el contrario, las de grupo O gozan de una cierta protección.

Aunque el trabajo no ha sido sometido a una rigurosa revisión científica por parte de expertos, ni la observación realizada es inédita, el contenido del mismo ha suscitado un gran interés, especialmente entre quienes de un modo u otro estamos vinculados a la temática de los grupos sanguíneos. Es por esta razón que he intentado realizar un análisis crítico del trabajo y, lo más importante, he querido profundizar en la base biológica que puede servir para apoyar esta presunta relación entre el grupo ABO y la infección por SARS-CoV-2.

En el curso de las epidemias producidas por SARS-CoV y MERS-CoV, responsables del Síndrome respiratorio agudo grave y del Síndrome respiratorio del medio oriente, respectivamente, ya se observó una posible relación entre el grupo sanguíneo ABO y la susceptibilidad de infectarse por ambos coronavirus(2). Seguramente, la no progresión a pandemia de ambas epidemias frenó el interés por esta asociación, quedándose apenas en una anécdota. Sin embargo, sí que existen razones biológicas para pensar que esta relación es factible y que el grupo sanguíneo puede ser una de las variables dependientes del paciente que intervienen en la probabilidad de infectarse.

Estructuralmente, los coronavirus son vir us esféricos de 100-160 nm de diámetro que contienen ARN monocatenario (ssRNA). El genoma del virus SARS-CoV-2 codifica cuatro proteínas estructurales: la proteína S(spike protein), la proteína E (envelope), la proteína M (membrane) y la proteína N (nucleocapsid). La proteína N está en el interior del virión asociada al RNA viral, y las otras tres proteínas están asociadas a la envoltura viral. SARS-CoV-2 es un virus encapsulado

En el caso de la membrana celular, el receptor crítico para la fusiónes la enzima convertidora de angiotensina 2 (ACE-2 por sus siglas en inglés), una exopeptidasa de membrana presente fundamentalmente en el riñón, los pulmones y el corazón. La función de la ACE2 es la trasformación de la Angiotensina I en Angiotensina 1-9 y de la Angiotensina II en Angiotensina 1-7. Estos productos finales tienen efectos vasodilatadores, antifibróticos, antiinflamatorios y favorecedores de la natriuresis. En conjunto son efectos que contribuyen a reducir la presión arterial, contrarregulando la acción de la Angiotensina II. Además de este efecto antihipertensivo, la ACE2 también se ha relacionado con un efecto protector frente a la arteriosclerosis, así como frente a otros procesos vasculares y pulmonares. En modelos animales se ha visto que la ausencia de ACE2 conlleva un mayor daño pulmonar en el Síndrome de Distress Respiratorio Agudo (SDRA) y, por el contrario , la sobrexpresión de ACE2 protege frente al mismo. A diferencia de la anterior, la enzima convertidora de la Angiotensina (ACE), que transforma la Angio-tensina I en Angiotensina II, favorece la generación de péptidos secundarios con efecto vasoconstrictor, proinflamatorio y de retención de sodio, que se relacionan con la fisiopatología de la hipertensión arterial. Se ha observado que los casos graves de COVID-19 presentan niveles de Angiotensina II muy elevados. Y el nivel de Angiotensina II se ha correlacionado con la carga viral de SARS-CoV-2 y el daño pulmonar. Este desequilibrio del sistema renina-angiotensina-aldosterona podría estar en relación con la inhibición de la ACE2 por parte del virus.

De acuerdo con lo expuesto ¿qué papel puede desempeñar el grupo sanguíneo ABO en el riesgo de contagio y, tal vez, en la gravedad de la infección una vez contraída?

La proteína S vírica, o proteína en espícula, es una auténtica glucoproteína que se decora con los mismos azúcares presentes en la glucoproteína de grupo sanguíneo ABO del individuo que ha sido infectado. La puerta de entrada del virus suele ser el tracto respiratorio, el tracto digestivo y la conjuntiva. Todas estas estructuras están recubiertas de células epiteliales que en los individuos secretores (un 80% de la población) expresan el mismo grupo ABO que está presente en la membrana del hematíe , y al igual sucede con las secreciones generadas por las células epiteliales (mucosidad nasal, saliva y lágrimas). Cuando el virus alcanza estas células portando los azúcares propios del grupo sanguíneo del individuo infectado, los anticuerpos naturales del sistema ABO lo reconocen de inmediato y entran en acción intentando impedir , en mayor o menor proporción, la interacción entre la proteína S vírica y el receptor ACE2 de la célula invadida y con ello, la transferencia del ARN viral, la replicación del virus y la invasión de nuevas células. En un modelo experimental animal pudo demostrarse que diferentes anticuerpos monoclonales y policlonales anti-A eran capaces de inhibir la interacción de un SARS-CoV portador de la estructura propia del antígeno A con el receptor celular ACE2 al que se une la proteína S vírica(3).

Este mecanismo de infección, en el que la glucoproteína S desarrolla un papel fundamental, explicaría por qué las personas de grupo O (porta-doras de anti-A y anti-B) tendrían un riesgo significativamente menor de infectarse comparado con el riesgo de los restantes grupos sanguíneos. Por el contrario, en las personas de grupo A este riesgo sería significativamente superior. Por ejemplo, los virus SARS-CoV-2 producidos por los individuos de grupo A expresan el antígeno A y tiene la capacidad de infectar a otros individuos de grupo A y de grupo AB, puesto que estos no disponen de los anticuerpos necesarios para frenar el contagio. Por el contrario , la infección de los individuos de grupo B o de grupo O por parte de los SAR-CoV-2 producidos por individuos infectados de grupo A será más improbable, gracias a los anticuerpos anti-A que tratarán de frenar el contagio.

Si el grupo sanguíneo ABO no tuviera ninguna influencia en la susceptibilidad de infectarse, la distribución de este grupo sanguíneo en los individuos infectados debiera ser superponible a la distribución del grupo sanguíneo en la población general; sin embargo, el análisis de grupo ABO en los pacientes infectados en China demuestra que la presencia del grupo A (37.75%) está por encima de la frecuencia que sería esperable en esta población (32.16%), la presencia del grupo B (26.42%) está ligeramente aumentada (24.90%) como también lo está la del grupo AB (10.03% en lugar del 9.10% esperado). Y, al contrario, la frecuencia del grupo O entre los pacientes infectados (25.80%) está por debajo de lo que sería esperable (33.84%)

Es posible que este efecto inhibitorio total o parcial generado por los anticuerpos ABO sea importante en una primera fase, en la fase de contagio, evitando el ingreso del virus en la célula epitelial a la que se ha adherido. Más improbable parece que los anticuerpos ABO puedan desempeñar un papel de defensa una vez que la infección se ha adquirido. No obstante está hipótesis no ha sido todavía confirmada ni totalmente rechazada.

En resumen, los anticuerpos del sistema ABO de clase IgA parecen ser los responsables primarios del efecto de inhibición o neutralización que reduce la probabilidad de contagio por el virus SARS-CoV-2, si bien los anticuerpos naturales de clase IgM e IgG también pueden contribuir a esta función preventiva. Este efecto de inhibición incide en la reducción del valor R0 que corresponde al número esperado de casos de contagio producido por cada individuo. De no existir un efecto de inhibición del virus, el valor de R0 sería probablemente superior. Finalmente, es de esperar que el efecto de inhibición sea más eficiente en poblaciones con una distribución heterogénea de los grupos sanguíneos, y menos eficiente allí donde la distribución sea más homogénea, como sucede en las poblaciones de América Central y del Sur en las que el grupo O es muy prevalente.

Los estudios de asociación genómica GWAS, (Genome-Wide Association Studies) tal vez nos puedan ayudar a demostrar si además de la susceptibilidad de infectarse por SARS-CoV-2, el grupo ABO constituye una variable más entre las que determinan la evolución y pronóstico de los pacientes infectados, y en caso afirmativo a ponderar la magnitud de esta relación.

BIBLIOGRAFÍA

1. Zhao J et al. Relationship between the ABO Blood Group and the COVID-19 susceptibility. (2020) medRxiv preprint. http//doi.or-g/10.1101/2020.03.11.20031096.
2. Cheng Y et al. ABO blood group susceptibility to severe acute respiratory syndrome. JAMA 2005; 293(12): 1450-1451.
3. Guillon P et al. Inhibition of the interaction between the SARS-CoV spike protein and its cellular receptor by anti-histo-blood group antibodies. Glycobiology 2008; 18(12): 1085-1093.